Mercado Chileno de TI y Ciberseguridad: Recomposición Estratégica ante Nuevas Regulaciones y Crecientes Amenazas
- Consultor Virtual CISO

- 1 sept
- 6 Min. de lectura
El mercado de TI y ciberseguridad en Chile atraviesa una recomposición: las organizaciones enfrentan mayores amenazas, nuevas exigencias de cumplimiento y la necesidad de sostener su transformación digital. En este escenario, la forma en que las empresas asignan sus presupuestos de TI y de seguridad se vuelve un factor crítico.

La evidencia internacional: invertir o pagar el precio
Una de las preguntas más frecuentes que hacen CFOs y boards es: ¿cuánto deberíamos invertir en ciberseguridad?
La investigación académica lleva años explorando esta relación. Bose y Luo, en uno de los estudios más citados sobre el tema, muestran que existe una correlación directa: más inversión en seguridad → mejor desempeño de la firma (Emerald IDEAS, RePEc). En otras palabras, cuando las compañías tratan la seguridad como una capacidad estratégica y no solo como un gasto, se traduce en continuidad y ventaja competitiva.
Otros trabajos añaden matices. Alharbi y Gregg (IFIP 8.11/11.13 DRW) encontraron que la inversión total en TI mejora el rendimiento, pero que el gasto de seguridad como proporción del presupuesto puede percibirse como un “seguro necesario”: reduce riesgos, aunque no siempre se refleja en métricas contables inmediatas. Dicho de forma simple: la seguridad evita pérdidas, pero no siempre luce en el balance del próximo trimestre.
La lógica causal es contundente: infra-inversión = más incidentes. Un estudio de ACM confirma que mayores presupuestos en seguridad están asociados con menores tasas de ataque exitoso, reforzando el vínculo entre inversión preventiva y resiliencia operativa.
Y MIS Quarterly, la revista insignia en sistemas de información, lo resume con un hallazgo clave: no todo gasto en seguridad mejora el desempeño si no está alineado a estrategia y capacidades organizacionales. Gastar por gastar no sirve; gastar bien es lo que hace la diferencia.

¿Cuánto es lo “normal” invertir en ciberseguridad?
Las consultoras y benchmarks globales suelen coincidir:
Regla global (Gartner, IBM, IT Pro, Bitdefender): la ciberseguridad representa entre 5% y 10% del presupuesto de TI. En empresas más maduras o sectores sensibles puede subir hasta 13%; en organizaciones menos expuestas, bajar a 1–2%.
LATAM (Datacenter Dynamics): la mayoría de las empresas medianas y grandes declara asignar entre 1% y 10% de su presupuesto TI a seguridad, con una fuerte concentración en la parte baja del rango.

¿Qué tan rentable es invertir en Ciberseguridad?
A primera vista, la ciberseguridad puede parecer un gasto que “no produce ingresos directos”. Sin embargo, la pregunta clave no es cuánto cuesta invertir, sino cuánto cuesta no hacerlo.
Un ciberataque promedio puede generar pérdidas millonarias. IBM estimó que el costo global de una filtración de datos alcanzó US$ 4,24 millones, cifra que incluye interrupción de operaciones, fuga de clientes, sanciones legales y daño reputacional. Para una empresa chilena de tamaño medio, incluso un ataque de menor escala puede traducirse en meses de ingresos comprometidos o la paralización de proyectos estratégicos.
Por eso, varios analistas hablan de la seguridad como un “seguro productivo”. La lógica es simple:
Cada peso invertido en controles de seguridad equivale a pérdidas evitadas.
El “retorno” no se mide en ventas adicionales, sino en la continuidad del negocio.
Estudios como el de Defendify lo llaman Risk-Reduction ROI: calcular la rentabilidad de la seguridad en función de los incidentes que no ocurren y del capital preservado.

En otras palabras, la ciberseguridad no es sólo un centro de costos, sino un activo estratégico que protege el flujo de ingresos, resguarda la reputación y asegura la ejecución de la agenda digital. Dicho de forma sencilla: invertir en seguridad no genera beneficios “visibles”, pero evita pérdidas que pueden poner en riesgo la existencia misma de la empresa.
La realidad chilena: más rezago que aceleración
¿Y cómo se ve esto en Chile?
Las señales públicas apuntan a que muchas organizaciones locales aún destinan menos del 5% de su presupuesto total corporativo a seguridad. Eso significa que, incluso dentro del gasto en TI, la seguridad sigue siendo una fracción pequeña.
Un benchmark razonable para la empresa chilena promedio hoy se ubica en 5–8% del presupuesto TI en ciberseguridad. Sectores regulados o con alta criticidad (finanzas, salud, utilities, telecomunicaciones) ya están moviéndose hacia 8–12%, en línea con las exigencias internacionales y la necesidad de operar bajo esquemas 24x7.
Otro punto relevante es de gobernanza: en la mayoría de las empresas la ciberseguridad sigue siendo parte del presupuesto TI, bajo el CIO. Solo en algunos casos empieza a verse una separación, con bolsillos propios que reportan a CISO, riesgo o auditoría. Es un cambio incipiente, pero necesario si se quiere dar visibilidad real a los riesgos.

¿Qué significa este desfase?
La infrainversión en seguridad es un problema global, pero en Chile se siente con más fuerza.
La evidencia muestra que el costo de no invertir lo suficiente es alto:
Más incidentes y mayor exposición a brechas.
Desvío de talento hacia remediación en lugar de innovación.
Interrupciones que frenan proyectos de transformación y crecimiento.
Pérdida de confianza de clientes, inversores y partners.
El mercado chileno de TI y ciberseguridad no está en recesión, está en recomposición. Las amenazas aumentan, las exigencias regulatorias se intensifican y las empresas necesitan asegurar su continuidad operativa sin interrupciones.
La baja inversión en ciberseguridad es una enfermedad global, pero en Chile el rezago aún es notorio. La buena noticia: existen benchmarks claros y evidencia abundante. A nivel internacional, el rango razonable de gasto en seguridad está entre un 5–10% del presupuesto TI, y para sectores críticos puede llegar a un 12%.
Además, la realidad local es clara: al menos el 90% de las empresas en Chile dependen en algún nivel de sistemas computacionales para operar. El correo electrónico, la planificación de recursos, la facturación electrónica, la logística y la gestión financiera forman parte de la cadena de valor. Incluso cuando no constituyen el núcleo del negocio, son soporte directo o indirecto de la producción y del servicio al cliente.
Por eso, un incidente no se queda en un “problema de TI”: puede detener la producción, desacelerar la estrategia empresarial e impactar directamente en las metas del negocio.

Contexto macro: incertidumbre económica y mayor presión de cumplimiento

El 2026 partirá con incertidumbre política y económica (elecciones en noviembre, nuevo gobierno en marzo), un peso débil frente al dólar y riesgos externos (tensiones internacionales que pueden encarecer el petróleo). Al mismo tiempo, la economía local muestra señales mixtas (repuntes con pausas) y desempleo alto, lo que lleva a cautela en CAPEX y preferencia por OPEX flexible.
A este telón de fondo se suma un endurecimiento de las exigencias de cumplimiento: estándares de protección de datos personales, mayores expectativas de clientes y partners sobre confidencialidad y gobernanza de la información, y auditorías más frecuentes en cadenas de suministro. Para finanzas, esto implica que una parte del gasto de ciber ya no es discrecional: es costo de cumplimiento para sostener ventas, contratos y reputación.
¿Cómo cambia el presupuesto de TI y ciber con este contexto?
Presión cambiaria (USD): licencias y servicios dolarizados suben → provisiona colchón FX y renegocia cláusulas de ajuste.
Energía más cara: eleva el TCO de infraestructura propia → favorece servicios gestionados/OPEX (con análisis de salidas y escalabilidad).
Cumplimiento mínimo no negociable: privacidad, manejo de incidentes, registros/ evidencias y formación básica pasan a ser gasto basal para vender y operar.
Costo de no cumplir: además del riesgo de incidentes, hay multas, pérdida de contratos y churn; todo en CLP/UF, directo al flujo de caja.
Recomendación vCISO: cómo aplicar un enfoque económico a la ciberseguridad en 2026
Quizás en tu organización ya cuenten con métodos más avanzados para medir la ciberseguridad. Pero para quienes aún no lo tienen del todo claro, desde vCISO te compartimos una recomendación práctica que puede sumarse a la batería de herramientas que ya usas.
Cómo darle un enfoque económico y no técnico a la ciberseguridad:
Define un piso mínimo de cumplimiento. Privacidad de datos, gestión de incidentes, evidencias y capacitación no son opcionales. Son el costo de mantener ingresos, contratos y reputación.
Haz flexible el resto del gasto. Prefiere servicios escalables, contratos mensuales o trimestrales, con topes de alza y opción de pausa. Así proteges liquidez mientras el contexto se estabiliza.
Exige cláusulas de resiliencia en compras. Asegura niveles de servicio, soporte ante incidentes, responsabilidades claras y penalidades. Reducen riesgo legal y de continuidad.
Mide en pesos lo que evitas perder. Lleva a CLP/mes el valor de incidentes no ocurridos, multas evitadas, contratos preservados y horas productivas salvadas. Ese es tu ROI real.
Ahora bien, si tu organización ya está familiarizada con marcos como FAIR (Factor Analysis of Information Risk), NIST Cybersecurity Framework o el concepto de “Risk-Reduction ROI”, entonces puedes ir un paso más allá:
Aplicar modelos de riesgo (FAIR, ISO 27005) para estimar pérdidas esperadas por incidentes.
Traducir esos escenarios a cifras financieras: costo promedio de incidentes, multas, pérdida de clientes, interrupciones de operación.
Comparar las pérdidas probables con lo que cuesta implementar controles de seguridad.
En cualquiera de los dos niveles —básico o avanzado— el objetivo es el mismo: hacer visible el valor económico de la ciberseguridad y justificarla en términos que toda la organización pueda entender.
Equipo vCISO






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